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No hay sustituto para una buena alimentación. No existe la píldora mágica ni un polvo de hadas que podrá corregir los efectos degenerativos de una dieta basada en productos procesados. La mejor forma de nutrir su cuerpo siempre ha sido, y siempre será, mediante alimentos frescos integrales (whole foods).
Sin embargo, por la estructura de nuestras vidas, no siempre tenemos a disposición una porción adecuada de alimento nutritivo. De esa coyuntura nacen los suplementos alimenticios.
Estos deben usarse como una herramienta para suplementar (no sustituir) una dieta balanceada. Te ayudarán de manera conveniente a alcanzar sus metas de consumo de macronutrientes (proteínas – grasas – carbos) y/o micronutrientes (todas las vitaminas y minerales que necesitan nuestros cuerpos para funcionar).
Por más disciplina que tengamos, más fuerte que entrenemos y más suplementos que tomemos, todo será en vano si no tenemos un fundamento nutricional adecuado.
Somos lo que comemos, y por esta razón abogamos a favor de la nutrición limpia.
Solo tenemos un cuerpo y debemos cuidarlo para disfrutar de una larga vida llena de bienestar. De ser posible, lo mejor sería consumir la totalidad de su requerimiento de micro y macro nutrientes a través de alimentos integrales. Sabemos que eso puede ser difícil, y por eso estamos aquí para ayudarte. Si necesitás suplementar, asegurate de hacerlo con productos libres de cancerígenos, edulcorantes, preservantes y demás aditivos innecesarios.
Es difícil diseminar la enorme cantidad de información arrojada por el gremio de nutrición y suplementación. Los gobiernos centrales suelen complicar más el asunto haciendo recomendaciones anticuadas al público.
Aquí te ofrecemos algunas sugerencias para limpiar tu nutrición;
- Enfocarse en mejorar la calidad de su alimento es la ruta más directa para mejorar tu bienestar corporal. No te dejés llevar por publicidad engañosa de fármacos y suplementos.
- Debemos preferir comidas frescas integrales sobre las empacadas/procesadas.
- La comida integral no tiene presupuesto de mercadeo. Si lo viste en un comercial, ten precaución: seguro es altamente procesado.
- Leé la lista de ingredientes. Si no reconocés alguno, o si no lo podés pronunciar, mejor no consumirlo.
- Ser precavidos de cualquier dieta que limite el consumo de frutas, verduras, granos enteros o legumbres.
- Cuanto más simple el alimento, usualmente es más nutritivo.
- Debemos preocuparnos primero por la calidad, y luego la cantidad del alimento que consumimos.
La corta: son innecesarios y su consumo podría ocasionar efectos adversos.
La larga: a simple vista, los endulzantes artificiales parecen ser inofensivos. Endulzan la comida, sin agregar carbos (azúcar). ¡Genial!
Alto ahí. Aunque es correcta la afirmación anterior, debemos tomar en cuenta los efectos duraderos que puede ocasionar el consumo frecuente de estas sustancias.
Primero, en lugar de corregir, podrían perpetuar la adicción al dulce. Los edulcorantes son sumamente potentes: con una dosis diminuta logramos endulzar drásticamente. Las personas que los toman regularmente se acostumbran a niveles astronómicos de dulzor y esto puede alterar su tolerancia por sabores más complejos. Incluso pueden llegar a rechazar frutas y verduras por este motivo. Es decir, a la larga, el uso frecuente de edulcorantes puede llevar al consumidor a rechazar alimentos frescos y nutritivos, prefiriendo comidas procesadas y endulzadas artificialmente que aportan menor valor nutricional.
Segundo, los edulcorantes pueden provocar una disociación entre comidas dulces e ingesta calórica. Dicha asociación ocurre naturalmente en nuestras cabezas y nos “protege” de la gula. Si se derriba ese sentimiento mediante el abuso de edulcorantes, es probable que la persona tenga constantes antojos dulces y termine consumiendo más azúcar de lo que debería.
Tercero, pareciera que los edulcorantes son adictivos. En una prueba de laboratorio con ratas adictas a cocaína, se les ofreció cocaína intravenosa, o sacarina vía oral. La mayoría eligieron la sacarina.
Cuarto, el consumidor suele sustituir las calorías que se “ahorra” y así compromete sus esfuerzos dietéticos. Por ejemplo: “me voy a pedir la torta chilena porque me tomé el café con splenda en lugar de azúcar”.
Quinto, es un autoengaño. El cerebro detecta dulce en la lengua, y prepara al cuerpo para recibir el riendazo de azúcar. Pero… nunca llega. Esto puede crear confusión metabólica con altos y bajos glicémicos que a su vez pueden descontrolar el apetito. -Básicamente, consumir carbos nos sube el azúcar en la sangre, el cuerpo libera insulina para contrarrestar. Los edulcorantes pueden interferir en ese proceso.-
Por último, podrían ser nocivos en sí mismos. Algunos se han tachado de cancerígenos. Otros (como el stevia que infiltra casi todos los productos “light” últimamente) tienen poco tiempo en el mercado por lo tanto no se han expuesto a pruebas clínicas de exposición prolongada. Recordemos que los sustitutos del azúcar son compuestos sintetizados artificialmente. Incluso los que se mercadean como “naturales”, suelen llevar algún tratamiento químico (el stevia, por ejemplo, se procesa con etanol).
A fin de cuentas los endulzantes bajos en calorías no aportan nada a su bienestar. Por ende, no vale la pena consumirlos.