¿Por qué no usamos edulcorantes en nuestros productos?

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La corta: los edulcorantes son innecesarios y su consumo podría ocasionar efectos adversos.

La larga: a simple vista, los endulzantes artificiales parecen ser inofensivos. Endulzan la comida, sin agregar carbos (azúcar). ¡Genial!

Alto ahí. Aunque es correcta la afirmación anterior, debemos tomar en cuenta los efectos duraderos que puede ocasionar el consumo frecuente de estas sustancias.

Primero, en lugar de corregir, podrían perpetuar la adicción al dulce. Los edulcorantes son sumamente potentes: con una dosis diminuta logramos endulzar drásticamente. Las personas que los toman regularmente se acostumbran a niveles astronómicos de dulzor y esto puede alterar su tolerancia por sabores más complejos. Incluso pueden llegar a rechazar frutas y verduras por este motivo. Es decir, a la larga, el uso frecuente de edulcorantes puede llevar al consumidor a rechazar alimentos frescos y nutritivos, prefiriendo comidas procesadas y endulzadas artificialmente que aportan menor valor nutricional.

Segundo, los edulcorantes pueden provocar una disociación entre comidas dulces e ingesta calórica. Dicha asociación ocurre naturalmente en nuestras cabezas y nos “protege” de la gula. Si se derriba ese sentimiento mediante el abuso de edulcorantes, es probable que la persona tenga constantes antojos dulces y termine consumiendo más azúcar de lo que debería.


sin azucar

Los edulcorantes bajos en calorías no aportan nada a su bienestar. Por ende, no vale la pena consumirlos.

Tercero, pareciera que los edulcorantes son adictivos. En una prueba de laboratorio con ratas adictas a cocaína, se les ofreció cocaína intravenosa, o sacarina vía oral. La mayoría eligieron la sacarina.

Cuarto, el consumidor suele sustituir las calorías que se “ahorra” y así compromete sus esfuerzos dietéticos. Por ejemplo: “me voy a pedir la torta chilena porque me tomé el café con splenda en lugar de azúcar”.

Quinto, es un autoengaño. El cerebro detecta dulce en la lengua, y prepara al cuerpo para recibir el riendazo de azúcar. Pero… nunca llega. Esto puede crear confusión metabólica con altos y bajos glicémicos que a su vez pueden descontrolar el apetito. -Básicamente, consumir carbos nos sube el azúcar en la sangre, el cuerpo libera insulina para contrarrestar. Los edulcorantes pueden interferir en ese proceso.-

Por último, podrían ser nocivos en sí mismos. Algunos se han tachado de cancerígenos. Otros (como el stevia que infiltra casi todos los productos “light” últimamente) tienen poco tiempo en el mercado por lo tanto no se han expuesto a pruebas clínicas de exposición prolongada. Recordemos que los sustitutos del azúcar son compuestos sintetizados artificialmente. Incluso los que se mercadean como “naturales”, suelen llevar algún tratamiento químico (el stevia, por ejemplo, se procesa con etanol).


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